Leyendas de Guanajuato: El cerro del Cuarto 🦵🏾

Como nos la contaron se las contamos

Sumemos a este legendario un sucedido atroz y horroroso, que en el curso de los años ha dejado pasmado a más de uno. Allá por la mitad del siglo XVI, junto a los cerros del Meco y  la Sirena, en el declive del Cerro del Cuarto edificaron sus casas los primeros obreros de la primitiva explotación minera. En el carácter de estos rudos trabajadores

Sumemos a este legendario un sucedido atroz y horroroso, que en el curso de los años ha dejado pasmado a más de uno.

Allá por la mitad del siglo XVI, junto a los cerros del Meco y  la Sirena, en el declive del Cerro del Cuarto edificaron sus casas los primeros obreros de la primitiva explotación minera. En el carácter de estos rudos trabajadores coexistían el ángel y el demonio, es decir, eran tan diestros y hábiles en su oficio como desmedidos en sus sentimientos y pasiones. Eran tan buenos cazadores de la plata como toscos derrochadores, tan buenos orfebres como esclavos de sus siniestros arrebatos.

En medio de este caldero, hubo un hombre que se destacó entre todos al hacer del robo, del abuso y del delito, el destino de su vida. La leyenda no refiere su nombre, pero eso no importa. La cuestión fue que, en la canícula del verano, al declinar un día particularmente tórrido, los pobladores por fin le echaron el guante y decidieron hacer justicia por su propia mano. La justicia en aquel entonces aún no estaba bien organizada, a causa de lo cual, la idea del descuartizamiento encendió como yesca en la cabeza de la gente. Ni ruegos, ni súplicas sirvieron al amenazado ladrón para impedir el castigo.

Como solía hacerse en otro tiempo y en otras latitudes, amarraron cada una de sus cuatro extremidades a un caballo y, acto seguido, sin la menor piedad azuzaron a las bestias.

Ante espectáculo de tan sangrientas dimensiones preferimos correr un prudente velo que verás con ojos comprensivos. Queda por señalar que eN memoria de ese hecho, el cerro adquirió el nombre con el que hoy lo conocemos, según el Padre Marmolejo -cronista de la ciudad- porque una cuarta parte del cuerpo de aquel hombre, al parecer una pierna, fue depositada en algún escondrijo de la zona, en cuyos alrededores habitaron los primeros pobladores de la entonces Villa de Santa Fe de Guanajuato.

Desde entonces y hasta la fecha, hay quienes afirman, con voz temblorosa, haber oído unos desgarradores lamentos durante ciertas noches de luna nueva en el trayecto de algunos callejones de tal barrio.

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