
Esta leyenda tiene su origen en la plaza de San Roque, ubicada en el centro de Guanajuato, y se llama así porque se encuentra a unos metros de templo precisamente de San Roque, fue construido en 1726. En ese lugar vivió un matrimonio joven de origen español, para ser exactos entre las calles de Galarza y Pocitos. Corría el mes de septiembre de 1810, y los rumores del inicio del movimiento insurgente pusieron nerviosos a los españoles y los simpatizantes de la Corona que vivían en Guanajuato. Algunos habían tomado la decisión de resguardarse en la Alhóndiga de Granaditas, antigua bodega donde guardaban granos, lugar que más tarde se convertiría en un importante fuerte. Otros optaron por permanecer en sus hogares, que eran reforzados por si eran atacados por el ejército insurgente.
El joven matrimonio optó por permanecer en su propiedad, y cuando se enteraron del avance de los insurgentes por la ciudad y que pronto estarían en San Roque, tomaron medidas drásticas: se instalaron en una habitación de la casa para permanecer ocultos, y le ordenaron a un mozo de confianza que tapiara la entrada para que pareciera una pared más. Por un orificio oculto detrás del cuarto, el sirviente les proporcionaría alimento y agua, además de informales que ocurría afuera.
La batalla entre los insurgentes y los realistas pronto dejo un gran número de muertos; por desgracia, el mozo de esta pareja perdió la vida en la refriega, y no tuvo tiempo de avisar a nadie que estaba al cuidado de ese matrimonio.
El tiempo pasó, la guerra de Independencia llego a su fin y la paz regreso a San Roque. Muchas casas fueron destruidas, otras permanecieron intactas. Se desconoce el nombre de la persona que adquirió la propiedad del matrimonio; el hecho es que al tomar posesión, comenzó a remodelar la casa. Fueron los albañiles que estaban trabajando en la reconstrucción los que descubrieron la falsa pared, de inmediato lo comunicaron al patrón, quien dio la orden de derribarla.
Cuando ingresaron a la habitación donde se habían refugiado los anteriores propietarios, descubrieron con horror los cuerpos de la pareja prácticamente momificados. En sus rostros quedaron impresos los gestos de angustia y desesperación por no poder escapar de su encierro. En la falsa pared encontraron lo indicios de un hombre intento inútilmente derribar el muro, pero al no contar con herramienta adecuada para el caso, fue imposible. Se dice que cerca de los cuerpos se hallaba un pequeño cofre con monedas de oro y joyas. Nadie sabe con exactitud cuál fue la casa donde ocurrió esa lamentable tragedia, tan solo que se encontraba entre las calles de Galarza y Pocitos.
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